martes, 13 de noviembre de 2007

Metros arriba

Okey, tenemos que barrer este terreno en un radio de 500 metros –dice mi jefe. La labor suena sencilla. Estamos buscando un cacto que esta protegido por las leyes mexicanas.

Pero lo que en Ensenada y Mexicali seria una labor relativamente sencilla (caminar 500 metros en línea mas o menos recta) en el municipio de Tijuana y sus alrededores la cosa se complica. Hay un hecho irrefutable en esta ciudad. Donde quiera que te encuentres, o vas de subida o vas de bajada. No hay de otra. Hay quien critica a los cachanillas por haberse asentado en pleno desierto con el calaron característico. Pero los de Tijuana se asentaron justo donde no hay una miserable planicie!! Todo es subidas o bajadas. Los carros sufren y las piernas también. Excepto por Otay (creo), el resto de las planicies donde se encuentran calles o centros comerciales, son completamente artificiales.

De regreso a la anécdota original, los quinientos metros resultaron todo un reto. Otra colega y yo emprendemos el camino, pendiente arriba. Todavía no se mucho de esos cálculos, pero ella sugiere que estamos en una pendiente cercana a los 35 grados… mmm pues todavía no se si eso es bueno o malo.

Algunos pasos después, mi respiración se agita. Otros pasos mas y siento una opresión en el pecho. Sigo caminando pero el aire ya no entra a mis pulmones. Me detengo. Si estoy tan fatigada ya debemos llevar un buen tramo. Para disimular mi falta de condición, cuestiono a mi colega sobre la distancia recorrida. Ella consulta el GPS y su mapa y me da el terrible veredicto: 200 metros. DIOS.. parezco un fumador y ni siquiera llevamos la mitad del camino. Seguimos. Otros metros arriba, quizás ya entre en la fase anaeróbica, pero mis piernas se rebelan. Ya no dan mas. Y pienso.. “Imagina lo que este ejercicio hará por tus piernas y tu trasero..” y sigo adelante con una nueva motivación.

Nueva parada. Nuestro jefe nos pregunta por el radio si ya alcanzamos la meta. NEGATIVO. Mi compañera, que esta en mejor forma contesta, yo no tengo aliento siquiera para pedir otro tiempo fuera. Consultamos el aparatejo otra vez y el veredicto no es alentador… 300 metros y pico. Hasta el jefe lo duda, ya estamos bastante alejadas del punto inicial. Nos movemos un poco al oeste y el dato mejora. Ya solo nos quedan unos 20 metros. Recorrer ese terreno de bajada fue una delicia. La condición Santana apenas comenzaba. 36 grados a la sombra y nosotros estamos en uno de tantos cerros a pleno sol. Una hielera llena de bebidas frías nos aguarda en el carro, como a 800 metros… hacia abajo.

Debo aceptarlo, me gusta este trabajo. Un día cualquiera comienza en la oficina y terminamos salvando vegetación protegida en algún lugar del municipio, o buscando huellas de mamíferos en la arena traída por el Santana, caminando en una pendiente con una vara tan grande como la de Moisés, o escalando mapas en autocad y preguntándome si las espinas de una planta son blancas o grises.

No es nada extraño llegar a casa muerta de cansancio, con tanta tierra que parezco un filete empanizado listo para freír y solo con la energía suficiente para bañarme y tirarme en la cama.
Pero esa sensación de cansancio me recuerda que ese día hice algo importante para salvar el planeta. Porque ahora considero que cada planta o metro cuadrado de espacio natural que se logre salvar, será mi aportación, mi grano de arena a esta causa común: ¡salvemos lo más que se pueda..! sin detener el desarrollo. Creo que algunos lo llaman desarrollo sustentable.

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