martes, 13 de noviembre de 2007

De chistes tontos y bobadas

Quien quiera que me conozca un poquitin sabrá que rió mucho y con frecuencia. Las cosas mas tontas e inocentes (y a veces pervertidas) me causan gracia. La gente y mis malos juicios me han generado muchas carcajadas inesperadas. Cuando apenas conozco a alguien, me hago una impresión que generalmente es equivocada y cuando las personas se muestran tal cual son, generalmente me causa gracia la sorpresa (y mi error). Pero aquellas cosas que son hechas para hacer reir, sacan a relucir la peor de mis jetotas. ODIO A LOS PAYASOS. Quizás soy una amargada de lo peor. Lo acepto. Pero me parecen personajes tontos queriendo hacer reir a los tontos con tonterias (es mi percepción muuuuuy personal). Y los peor es que son casi siempre la misma clase de tonterias. Por eso no voy a los circos. Los chistes también los odio. A veces son predecibles. A veces no. Entiendo los chistes, pero rara vez generan en mi algo más que una sonrisa a medias (generalmente de compromiso). Y prefiero ir a misa a escuchar un sermón de 35 minutos a esas reuniones en las que todos en círculo van contando un chiste por turnos. Palabra. Mas de tres chistes ya es tortura para mí. ¿Que me hace reir? Las cosas inesperadas. Lo que me toma por sorpresa. Generalmente los comentarios y las reacciones de la gente. Las actitudes que me hacen sentir como un cachorro o como si tuviera 5 años y estuviera planeando una travesura. Ejemplos: mi cuate tiene por hábito hacerme cosquillas cuando estoy más distraída, casi a punto de contactar extraterrestres. Mi reacción siempre es de carcajada. Me toma siempre por sorpresa (aunque ya debería esperarlo) y es para mi un juego de cachorros. El simple hecho de verlo con la intención de las cosquillas me hace reír y retorcerme. Pero si las cosquillas se prolongan más de 7 segundos puedo gruñir. Otro: el fin de semana pasado fuimos a una boda de unos amigos que son cristianos. Nunca habia ido a una ceremonia de una religión distinta a la mia. Asi que de camino a Ensenada tenia mis dudas sobre la vestimenta y cosas superfluas por el estilo. Y la musica como sera? Mi amigo (que es adventista) me sugiere una canción ad-hoc: Mesa, mesa, mesa que mas aplauda, mesa que mas aplauda le mando, le mando, le mando a Jesús……!!! Eso fue inesperado y todavía me da risa de solo recordarlo. Entonces, ya establecidas las reglas de mi humor, un niño me sorprende. Estoy de visita en casa de una familia con dos niños pequeños. La mama insta al más grande a que nos cuente la nueva adivinanza-chiste que aprendió en el kinder. (Me preparo mentalmente para la mejor de mis sonrisas fingidas). Después de mucho rogarle, el niño finalmente pregunta a la audiencia presente: ¿Cómo hacen los pinguinos? Vaya, esto será interesante, un niño imitando a un pingüino. Y miren que como bióloga les diré que imitar el sonido de un pingüino esta medio difícil. Aunque todos sabemos la respuesta, fingimos ignorancia para ver la actuación del niño. El niño nos mira, se queda serio unos segundos logrando nuestra atención y responde… …..bonice, bonice … Si usted, amable lector, no sabe lo que es un bonice, no hay manera de que lo entienda. Para el resto de la población humana teleadicta, esto seguramente es un chiste redondo y lo mas sorprendente es que me hizo reir de verdad. Realmente estaba esperando una imitación de un pingüino regordete y el sorpresivo comercial me causo mucha gracia. Así que he perdido las esperanzas con los payasos y los chistes, pero no hay día en que no reciba una graciosa sorpresa de la gente que habita este planeta.

Metros arriba

Okey, tenemos que barrer este terreno en un radio de 500 metros –dice mi jefe. La labor suena sencilla. Estamos buscando un cacto que esta protegido por las leyes mexicanas.

Pero lo que en Ensenada y Mexicali seria una labor relativamente sencilla (caminar 500 metros en línea mas o menos recta) en el municipio de Tijuana y sus alrededores la cosa se complica. Hay un hecho irrefutable en esta ciudad. Donde quiera que te encuentres, o vas de subida o vas de bajada. No hay de otra. Hay quien critica a los cachanillas por haberse asentado en pleno desierto con el calaron característico. Pero los de Tijuana se asentaron justo donde no hay una miserable planicie!! Todo es subidas o bajadas. Los carros sufren y las piernas también. Excepto por Otay (creo), el resto de las planicies donde se encuentran calles o centros comerciales, son completamente artificiales.

De regreso a la anécdota original, los quinientos metros resultaron todo un reto. Otra colega y yo emprendemos el camino, pendiente arriba. Todavía no se mucho de esos cálculos, pero ella sugiere que estamos en una pendiente cercana a los 35 grados… mmm pues todavía no se si eso es bueno o malo.

Algunos pasos después, mi respiración se agita. Otros pasos mas y siento una opresión en el pecho. Sigo caminando pero el aire ya no entra a mis pulmones. Me detengo. Si estoy tan fatigada ya debemos llevar un buen tramo. Para disimular mi falta de condición, cuestiono a mi colega sobre la distancia recorrida. Ella consulta el GPS y su mapa y me da el terrible veredicto: 200 metros. DIOS.. parezco un fumador y ni siquiera llevamos la mitad del camino. Seguimos. Otros metros arriba, quizás ya entre en la fase anaeróbica, pero mis piernas se rebelan. Ya no dan mas. Y pienso.. “Imagina lo que este ejercicio hará por tus piernas y tu trasero..” y sigo adelante con una nueva motivación.

Nueva parada. Nuestro jefe nos pregunta por el radio si ya alcanzamos la meta. NEGATIVO. Mi compañera, que esta en mejor forma contesta, yo no tengo aliento siquiera para pedir otro tiempo fuera. Consultamos el aparatejo otra vez y el veredicto no es alentador… 300 metros y pico. Hasta el jefe lo duda, ya estamos bastante alejadas del punto inicial. Nos movemos un poco al oeste y el dato mejora. Ya solo nos quedan unos 20 metros. Recorrer ese terreno de bajada fue una delicia. La condición Santana apenas comenzaba. 36 grados a la sombra y nosotros estamos en uno de tantos cerros a pleno sol. Una hielera llena de bebidas frías nos aguarda en el carro, como a 800 metros… hacia abajo.

Debo aceptarlo, me gusta este trabajo. Un día cualquiera comienza en la oficina y terminamos salvando vegetación protegida en algún lugar del municipio, o buscando huellas de mamíferos en la arena traída por el Santana, caminando en una pendiente con una vara tan grande como la de Moisés, o escalando mapas en autocad y preguntándome si las espinas de una planta son blancas o grises.

No es nada extraño llegar a casa muerta de cansancio, con tanta tierra que parezco un filete empanizado listo para freír y solo con la energía suficiente para bañarme y tirarme en la cama.
Pero esa sensación de cansancio me recuerda que ese día hice algo importante para salvar el planeta. Porque ahora considero que cada planta o metro cuadrado de espacio natural que se logre salvar, será mi aportación, mi grano de arena a esta causa común: ¡salvemos lo más que se pueda..! sin detener el desarrollo. Creo que algunos lo llaman desarrollo sustentable.

sábado, 3 de noviembre de 2007

Cenando en el piso

Son las 8 pm. Me dispongo a cenar. Subo las escaleras con mi plato de sopa caliente. Aunque “la cosina” esta en la planta baja, la tele esta en la recamara que no uso, en la parte alta y para alla me dirijo con mi sopa a cenar. No hay muebles en la recamara aparte del televisor y la alfombra. Deposito mi plato en el suelo y me acomodo en el sleeping bag que tire en el suelo y unos cojines que sustraje de mi casa en Ensenada. No tengo muebles, solo una cama y esta tele que mi amigo me ha prestado. Y esta carencia lejos de entristecerme, me hace sonreir.

Asi es como debe ser. Asi es como se supone que deberia ser. Vivir en casa de mis padres a mis casi 30 años me estaba molestado mucho últimamente. Ahora no puedo darme el lujo de gastarme todo mi salario en cosas que realmente no necesito y que solo sirven para ser bonito u oler bien … Ahora gano mas, pero mi gastos fijos (renta, comida, gasolina, agua, luz) sustraen alrededor de 60% de mi salario. La hoja de calculo de Excel donde llevo la guia diaria de mis gastos, me dice que tengo mucho menos dinero disponible ahora para despilfarrar que antes, a mi casa le faltan muchos muebles, mis platos y vasos son de plástico comprados en el waldos… y sin embargo me siento superbien. Estoy viviendo sola, por mi cuenta, con mis restricciones, me doy la vida que puedo darme. No estoy en posibilidades de ayudar económicamente a nadie, pero tampoco necesito de nadie para seguir adelante (ja! bueno, gracias a mi amigo por cambiarme el tanque de gas y por seguir siendo mi guía de turistas en esta ciudad). Las cosas no son perfectas, pero no tengo aun razones para quejarme.

Siempre me he considerado alguien responsable, pero ahora veo una nueva interpretación de esa palabra. Los platos no se lavan solos, ni el piso, y la basura no saldrá al encuentro del camión recolector. No hay comida que recalentar al llegar a casa, pero ya no tengo que comer nada que no se me antoje y si quiero sobrevivir comiendo solo catsup esta bien… jajajaja no es cierto, pero la libertad de elegir es mi prioridad en estos días. Y tal vez estoy pagando un precio alto por ello, pero es lo que mi espíritu me pedía hacer.

Me hacían falta retos, metas, y ahora, entrar y salir ilesa de la vía rápida es un reto diario y la meta a superar y perfeccionar cada día.

Al igual que mi trabajo, mis días aquí son impredecibles. Uno nunca sabe como va a terminar el día y eso te mantiene a la expectativa. Siempre alerta. Las recompensas para el espíritu son mas grandes que las carencias en mi nueva cueva.

Cenar en el piso, es parte de esta nueva aventura.